domingo, 15 de junio de 2014

Una mandarina egoísta

Tendemos a victimizarnos más de lo debido, somos todos egoístas y lo peor es que no lo notamos. El amor, debería de ser, entre todos los sentimientos que el humano es capaz de experimentar, el más altruista y me temo decir que son muy pocos los que lo entienden y son aún menos los que lo practican. No escribo con afán de demostrar mi humanidad diciendo que yo sí lo hago, porque no es así.
La teoría y la práctica son dos cosas muy distintas y me gustaría decir que en la práctica mi amor no es egoísta pero de nada serviría decirlo puesto que estoy bien consciente de que sí lo es y no estoy segura de si es una bendición o una maldición pero eso de engañarme a mi misma no se me da en lo absoluto.
No se me ocurre mejor manera de explicar este rebuscado tema que con un ejemplo, el mío.
Hace un par de años conocí a la persona más maravillosa que mi mundo haya visto jamás, hay que aclarar que incluso la persona más maravillosa que mi mundo haya visto jamás comete errores, y es que aunque soy una romántica la parte de idealizar a las personas no me ha llevado a ningún lado, y como no soy ninguna tonta, la lección esta aprendida.
Regresando a la persona más maravillosa que mi mundo haya visto jamás (de ahora en adelante Alex) les platicaré como lo conocí:
Soy una persona acostumbrada a los cambios pero por alguna razón esa mudanza me pareció, en su momento, la peor idea del mundo. Arrastrada por mi familia llegue a lo que me parecía la mismísima punta de la cola del diablo, lejos de todo lo interesante y lejos de todo lo bueno, mi llegada a este lugar trajo consigo una tremenda nube de pesimismo y apatía con un pequeño toque de odio que sólo parecía afectarme a mi. Días largos dentro del horno más grande del mundo me llevaron al borde de la locura hasta que un día Alex se ofreció a pasar por mi para hacer el servicio social más tedioso de la historia. Le di mi teléfono en caso de necesitara instrucciones más claras de como llegar a mi casa, pero antes de que me diera cuenta ya estaba en su camioneta junto con un par de perros bastante inquietos y deseando conocer el sabor de sus labios tan únicos.
Aunque mis palabras son directas, mis acciones no lo son y logré despedirme de él sin gritarle lo mucho que me gustaban sus labios, más tarde por la noche envié el primero de millones de mensajes que su celular y el mio han compartido. Comenzó con un hola y rápido se convirtió en lo que parecía coqueteo, aún no estoy segura de si lo fue o no, soy bastante mala con “las señales” el punto es que a partir de esa noche no han pasado más de 24 horas sin que hablemos.
Un provinciano atlético era justo el cambio que necesitaba y no tardé mucho en aceptar que moría por él. Hasta este punto todo iba perfecto pero ya sabemos que las cosas no son tan fáciles o no estaría escribiendo esto. La noticia cayó como una bomba, tenía novia. Con evidente razón me enojé como nunca antes lo había hecho pero ya era demasiado tarde, ya me tenía suspirando por él, pensé que las cosas entre ellos dos terminarían rápido así que me mantuve cerca, tontamente creí que sería tan fácil como lo había sido antes, no sabía en lo que me estaba metiendo.
Con el paso de los meses él me encantó más de lo que yo pude encantarlo a él, la nube ya no estaba y en su lugar pasaba horas mirando lo bello del lugar, literalmente hizo que me enamorara no sólo de él, también de su lugar, el problema era que el seguía con otra persona.
Con mis amigas hacía lo que cualquier otra niña hace con sus amigas, me quejaba, lloraba y maldecía a cupido porque claramente sólo había flechado a uno de los dos, mis amigas, como buenas amigas que son me decían cuan mejor era yo que su novia y en momentos de desesperación recurrían al “no te merece”. Ahora me doy cuenta de lo vacío de las palabras y de la rutina en la que caí, no me di cuenta de que mientras yo sufría por Alex, el pobre sufría por alguien más. ¿Lo notas? Yo lo quería lejos de ella pero no porque el se sintiera mal, sino porque yo me sentía mal. Clarísima muestra de mi egoísmo. Y vaya forma en la que me di cuenta, un día sin previo aviso lloró en frente de mi, en su carro vi como las lágrimas escurrían por sus cachetes y entonces conocí la peor sensación que existe, frustración. Verdadera frustración porque Alex, el niño de la sonrisa encantadora, el niño que había quitado la nube de encima de mi ahora tenía una propia encima de él y no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Tuve un instantáneo roce con el verdadero amor, el altruista. En ese momento pude haber matado a alguien y hacer un trasplante de corazón para que el no tuviera que quedarse con el suyo roto, le hubiera dado el mío pero temí que estuviera más roto que el suyo, y entonces el roce terminó.
Creyendo que podía matar dos pájaros de un tiro lo besé. Le dejé claro con acciones como es que me sentía, o al menos eso creí.
Asuntos familiares me impidieron verlo físicamente por casi un mes y vaya sorpresa que me llevé al regresar, alguien más había logrado curar su corazón, alguien más lo hacía sonreír de nuevo, alguien más había quitado de encima de él la nube y en lugar de alegrarme me enfermé de celos, deseé que ella desapareciera aunque eso significarla verlo triste de nuevo, ¿Ves? Suena a lo más egoísta que alguien pudiera hacer pero eso es lo que yo hice, lo que la mayoría hace.
Otro momento de amor verdadero llegó a mi y decidí que estaría feliz si el lo era, aunque no fuera conmigo, pareció funcionar otro par de meses y es que el mundo no ha visto jamás semejante amistad, estuve segura y hasta la fecha lo estoy, de que si algún día estoy en China y por alguna razón lo necesito, él encontrará la manera de llegar ahí.
Digo que pareció funcionar porque ya expliqué que soy pésima engañándome a mi misma y aunque logro convencerme por algún tiempo de que él esta mejor con ella y de que yo estaré feliz mientras Alex lo este, siempre regresa a mi el egoísmo, siempre me encuentro a la mitad de la noche llorando porque no pude ser yo la que lo curó y hay días como hoy en los que me doy cuenta de que no podré ser realmente feliz hasta que 1. sea yo la razón por la que Alex sonríe o 2. tenga la valentía suficiente para alejarme y olvidarlo.


Lo sé, soy muy egoísta porque si tanto es mi amor por él, debería de procurar su bienestar, ¿no es así? Darse cuenta del egoísmo no esta ni tantito cerca de sacarlo de nuestras vidas.

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